Descanse en paz D. José Cosmen, presidente de honor del grupo ALSA, cuando las empresas eran eso y no objetos de especulación de fondos de capital buitres.
Hace muchos años, cuando ir desde Ribadeo A Oviedo era una odisea de más de cuatro horas, sin hablar ya de un recorrido por toda la costa desde Ferrol a Irún, cuando me tocaba andar por esa ruta, me «ataba los machos» bien atados porque la carretera, siempre lo pensaba, no estaba hecha para los tráilers y menos aún, por los árboles que asomaban a la estrecha carretera, para frigoríficos cómo el que yo llevaba.
Me ataba los machos porque los que conocían la carretera, circulaban por ella como «kamikazes», y es que era normal que anduvieran así si querían cumplir con los tiempos entrega de las mercancías, así como los horarios de paso y llegadas de los transportes de viajeros por los pueblos. Siempre pensé que para ser un buen chófer había que trabajar una buena temporada por aquellas carreteras, como solía decir mi padre cuando me enseñaba a conducir el camión poniéndome al volante por las antiguas carreteras de puertos de montaña de Galicia, «para aprender a ser chófer, hay que hacerlo por lo malo, que por buenas rutas aprende cualquiera». Con eso en la mente, siempre creí que los mejores chóferes eran los asturianos.
Era normal que en aquellos tiempos ALSA hiciera un examen práctico a los chóferes que aspiraban a un empleo en la empresa ya que en aquella época lo fuerte de ALSA estaba en la movilidad de los viajeros asturianos.
Estas empresas fueron las pioneras del CAP, que, con todos mis respetos a las autoescuelas, no se le acerca ni por asomo, un curso CAP a una semana de prácticas por aquellas sinuosas y estrechas carreteras en un camión o autobús.