Cualquiera de los dos personajes históricos son para mi los favoritos. El primero marino e invencible, pues nunca perdió una batalla y el segundo el creador de la tercios y el inculcador de sacrificio por su patria a los mejores y más temidos guerreros del mundo. Pero en lo que al transporte concierne, el más destacado para esta categoría es el rey Borbón Carlos III.
Antes del siglo XVIII los únicos caminos existentes en la península eran los que habían quedado y se seguían usando, hechos por los romanos. Es por ello que el transporte de largas distancias y por ser una península España, se hacían por mar. Aún, a principios del siglo XX se seguían realizando del mismo modo, prueba de ello este artículo que publicamos aquí sobre el naufragio del Santa Isabel de transporte de personas y mercancías entre Bilbao y Cádiz.
El verdadero golpe de timón
En junio de 1761 fue cuando se promulgó el Real Decreto expedido «para hacer caminos rectos y sólidos en España, que faciliten el comercio de unas provincias a otras, dando principio por los de Andalucía, Cataluña, Galicia y Valencia». Sería la primera disposición española que cabe asimilar a un plan general de caminos.
Durante el reinado de Carlos III, se produce el origen efectivo de la red radial de caminos. Pronto se suman a las cuatro rutas inicialmente propuestas las carreteras de Madrid a Francia por Irún y de Madrid a Badajoz y a la frontera portuguesa.
Pero el ritmo de construcción de la red resultó a largo plazo extraordinariamente lento. Hacia 1800 sólo se habían abierto al tráfico unos 2.000 kilómetros de carreteras afirmadas, de los que cerca de 1.350, el 75%, correspondían al dispositivo radial.
El ritmo se aceleró una vez pasada la guerra de la independencia, con un ritmo de 300 kilómetros de carreteras/año, entre 1840 y 1855 en el que ya se encontraban abiertos al tráfico 10.323 kilómetros de caminos pavimentados, de los que 6.787, el 65,7%, eran carreteras generales, y 3.456, el 34,3%, arterias transversales y provinciales.
Ya en el siglo XX, concretamente en 1926 se crea el Circuito Nacional de Firmes Especiales (CNFE) con el que se pretendía adaptar a las necesidades del tráfico automóvil una serie de itinerarios que conectaran los principales núcleos de población y aquellas zonas de especial valor histórico-artístico. Para ello se establecían carreteras de primer, segundo y tercer orden; articulados en cerca de 7.000 kilómetros, que ya, llegados los años 40 se clasificarían en nacionales, comarcales y locales, estableciéndose además la designación de las seis carreteras nacionales radiales con origen en la Puerta del Sol de Madrid.
Si queréis ampliar la información y aprender más sobre la historia geográfica de España o como se llegó a la denominación actual de las carreteras, podéis hacerlo en este enlace